Ayacucho: solo este año se han denunciado 73 violaciones
La salud mental en Ayacucho se relaciona con rezagos del terrorismo y condiciones sociales adversas
El miércoles 7 de setiembre, una semana después de la muerte de una adolescente de 15 años a causa de infección, luego de haber sufrido una brutal violación por parte de dos jóvenes y tres menores de edad, un grupo de congresistas de la Comisión de la Mujer viajó a Ayacucho para recoger información sobre la violencia de género en esa región. Las cifras recogidas no resultaron novedosas para Tania Pariona Tarqui –del Frente Amplio–, la única ayacuchana del grupo.
Pariona recordó que Ayacucho tuvo dos casos de violación con similar brutalidad en el 2008 y el 2014, respectivamente. En ambos crímenes, las víctimas –dos mujeres jóvenes– murieron por las lesiones causadas por el ultraje.
“De acuerdo a la policía, en el 2016 han sido denunciados 73 casos de violencia sexual. De las víctimas, 45 son menores, de entre 4 y 14 años. La muerte de la última adolescente ha expuesto el problema, pero este no es un caso de violencia aislada”, indicó Pariona.
La congresista lamentó además las limitaciones con que trabajan las instituciones en la región. Dijo que en Huamanga solo trabaja un médico legista y en el Centro de Emergencia Mujer solo un abogado tramita las denuncias por violencia sexual. Ello, dijo, pese a que Ayacucho es una de las regiones con mayor incidencia de violencia familiar y sexual en el país.
“La cámara Gesell [espacio especial para entrevistar a las víctimas de violación sexual] no funciona en Ayacucho, y sin eso se deja de obtener testimonios fundamentales para iniciar cualquier investigación contra los culpables”, alertó Pariona.
—Violencia impregnada—
Una de las conclusiones del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) del año 2003 hizo énfasis en la necesidad de que el Estado atienda la salud mental de las personas afectadas durante el período de la guerra contra el terrorismo entre 1980 y el 2000. La intención del Plan Integral de Reparaciones era mitigar las secuelas y promover una cultura de paz en regiones como Ayacucho, el lugar más golpeado por la violencia. La CVR estimó que casi la mitad víctimas estimadas fueron ayacuchanos. Trece años después, ninguno de los esfuerzos estatales o privados han logrado políticas concretas.
“Ayacucho fue el epicentro de la violencia, y en el período posconflicto se necesitaba diseñar políticas regionales y locales de salud mental, pero no han prosperado. La realidad es que tenemos un solo psiquiatra para toda la región. Es un gran pendiente, sobre todo en el caso de niños y adolescentes”, reflexiona Jorge Fernández, jefe de la Oficina de la Defensoría del Pueblo en Ayacucho.
Fernández explica que el problema se agrava con el déficit de psicólogos (aproximadamente 120 para atender a toda la región) y la falta de presupuesto que provoca el fracaso en la implementación de programas relacionados a la salud mental.
—Un caso especial—
El único informe estatal que brinda información detallada sobre la situación psicológica en Ayacucho fue publicado en el 2003 por el Instituto Nacional de Salud Mental. El estudio, que evaluó el impacto del período de violencia en poblaciones altoandinas de Huanta, encontró una prevalencia de trastornos mentales del 73%. Además se detalla que el 24,8% de los mayores de 14 años habían sufrido estrés postraumático.
El estudio encontró que, particularmente en el caso de Ayacucho, existían estilos de crianza negativos. Entre las conclusiones resalta que además de la violencia que imperó en la época de la guerra contra el terrorismo, la población estaba altamente influida por la desigualdad social, la exclusión, la extrema pobreza y la discriminación racial y étnica.
Viviana Valz-Gen Rivera, psicóloga y ex coordinadora de la Unidad de Salud Mental de la CVR, quien ha trabajado por 30 años en Ayacucho, considera que en la región confluyen diversos factores que agudizan los niveles de violencia. Factores que incluso, dice, registran una violencia anterior al conflicto que desató Sendero Luminoso, pero que alcanzó su punto más criminal con el terrorismo.“Quizá ahora la violencia se expresa en casos como la violación y muerte de la adolescente, pero hay muchos más factores que culpar, no solo a la etapa del conflicto. En Ayacucho convive una suma de violencias por no haber tomado acciones decididas posconflicto”, indica.
La especialista comenta además que otro de los fenómenos presentes en la región es que muchos adolescentes de entre 14 y 15 años viven solos en las ciudades, debido a que sus padres emigran hacia la selva para trabajar, en muchos casos en zonas cocaleras o de minería ilegal, ante la falta de oportunidades.
“La violencia contra la mujer continúa siendo un problema colectivo, sobre todo en una sociedad machista, autoritaria y con una sensación de casi desprecio por la vida que han vivido muchas personas”, dice Valz-Gen.
Diariamente, desde que la joven violada murió, un grupo de adolescentes ayacuchanos exige justicia en plazas y frente a instituciones públicas de la ciudad de Huamanga. La violencia en Ayacucho está muy presente, pero la resistencia contra ella también.
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