Defensa
de una proclama
Tengo
tanto,
tanto
que decir,
y hasta
esta frase me limita
pues
ya otros la han usado
y
ha dejado de ser original.
Más
aún,
oídme
bien,
diré
lo que tengo que decir,
a través
de metáforas gastadas,
aprovechando
palabras consumidas
contaré
de sentimientos ya vividos,
y
sólo encuentro,
oídme
bien,
29 letras
castellanas
para
darle forma a mi mensaje.
Decir
algo distinto,
crear
lo diferente,
lograr
aquello que no tiene antecedentes.
¿Es
esto un imposible?
Y es que yo me pregunto:
¿Es
nueva la vida,
el amor,
y la
alegría?
Y
es que yo me pregunto:
¿Es
la soledad producto de este siglo,
es la
angustia de una metáfora reciente,
es
la muerte hoy en día algo nuevo?
Y es
que yo me pregunto:
¿Ven
mis ojos algo nunca visto,
son
mis pelos los primeros en caerse,
es mi
mente la única que sueña?
Y es
que insisto en preguntarme:
¿Soy
quizá el precursor de la tristeza,
es que
nadie antes ha engendrado escalofríos,
acaso
sólo yo le temo al miedo?
Formulo
entonces mis últimas preguntas:
¿Qué
de nuevo puedo yo decir,
cuáles
son las noticias
que
a la vida puedo dar?
Me
respondo pensando
que
la vida de cada hombre es diferente,
que
todos somos aprendices
y maestros
por momentos.
Trato
pues de perfilar,
no de
juzgar,
la fe
y la alegría,
la esperanza
y la tristeza
que
puedo haber sentido.
Podría
llamárseme egocéntrico,
sobrado
o egoísta,
podrían
señalarme con el dedo,
excluirme
o rechazarme,
podrían
más, quizá:
no llegar
a comprenderme.
Explico
entonces
que
no soy anormal,
que
tengo reloj pulsera
y lo
llevo puesto en la izquierda,
que
siempre voy vestido
y que
traigo billetera.
Atención,
también
me peino,
(aunque
nunca me ha gustado la gomina),
fumo
y uso anteojos,
ya lo
ven,
hasta
miope puedo ser.
He llorado
en ocasiones,
y he
sentido en otras
vergüenza
de haberlo hecho,
he amado
hasta el cansancio,
me he
entregado muchas veces,
y he
aprendido a distinguir
la franqueza
de la risa
de una
triste pantomima:
al tener
que sonreír.
Además,
he sido
único dueño
de aquellas
tardes tremendamente grises,
y también
he dominado
el azul
de la alegría
y el
fresco verdor de la esperanza.
Por
último,
me es
necesario aclarar
que
el reloj tan sólo sirve
para
darme conciencia del pasado,
que
me visto para no escandalizar,
y que
traigo billetera porque siempre,
casi
siempre,
es necesario
pagar.
Dicho
todo está
salvo
aquello de que:
ruego
a todos
no me
juzguen duramente,
es tan
solo el comienzo
de un
pequeño testimonio de mi vida.
JAVIER
DIEZ CANSECO C.
Publicado en "QUEHACER" - Lima, abril - junio 2013.